El "Acuerdo de Paz" de Trump y Netanyahu: Un Regalo Envenenado para Palestina

El reciente anuncio del acuerdo de paz propuesto por la administración del presidente Donald Trump y aceptado por el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, para poner fin a la guerra en Gaza, ha sido recibido con una mezcla de cautela, escepticismo y, en algunos círculos, celebración. Sin embargo, un análisis detenido de los contornos conocidos de esta iniciativa revela una realidad inquietante: más que un camino hacia la paz duradera podría tratarse de un "regalo envenenado" para el pueblo palestino.

Si bien el alto el fuego, el intercambio de rehenes por prisioneros palestinos, la entrada de ayuda humanitaria y la retirada gradual de tropas israelíes son pasos iniciales que generan un alivio innegable tras dos años de devastación, la verdadera trampa reside en la naturaleza y las condiciones de la segunda fase y el marco político subyacente.

La propuesta, en sus versiones previas y en los 20 puntos que la configuran, ha sido consistentemente criticada por favorecer desproporcionadamente las demandas israelíes, ignorando resoluciones de la ONU y consolidando un statu quo que socava la aspiración palestina a un Estado soberano y viable.

Y no solo eso, esos 20 puntos, no mencionan qué consecuencias o cómo resarcirán los daños a las infraestructuras y las decenas de miles de victimas de los bombardeos indiscriminados del ejército dirigido por el ex soldado de las Fuerzas de Defensa Israelíes, y actual primer ministro del Estado Hebreo Netanyahu, requerido por la Corte Internacional por crímenes de lesa humanidad

El plan evita comprometerse explícitamente con un Estado palestino, utilizando frases vagas sobre una "coexistencia pacífica y próspera". En la práctica, mantendría a Israel con el control total de la seguridad, las fronteras y el espacio aéreo y marítimo. Una entidad bajo estas condiciones no es un Estado, sino una segregación racial, tal y como era en Sudáfrica, durante una época tristemente recordada.

El susodicho acuerdo exige el desarme y la exclusión total de Hamás del futuro gobierno de Gaza, condición que Netanyahu ha reiterado con firmeza. Si bien el desarme podría ser una meta deseable para la seguridad regional, exigir la rendición de facto de un grupo que negocia desde una posición de resistencia exitosa resulta polémico. La condición pone a los palestinos ante un dilema: aceptar una paz bajo rendición y exclusión política, o arriesgarse a que Israel reanude la ofensiva con "apoyo total" de EE. UU. Y por tanto de la Unión Europea, si no se cumple lo pactado.

Al igual que en propuestas anteriores de Trump, se anticipa la eliminación del derecho de retorno de los refugiados palestinos a sus hogares de 1948 y 1967, un derecho fundamental reconocido internacionalmente. Además, la propuesta anterior de 2020 concedía a Israel el control de los Lugares Sagrados y rechazaba las reclamaciones palestinas sobre Al-Haram al-Sharif. Estos puntos esenciales para la dignidad palestina parecen quedar en el limbo o sacrificados.

La visión de "reconstruir" Gaza, incluso con la promesa de ayuda financiera, se solapa con ideas previas de convertir la Franja en una "Riviera de Oriente Medio", una utopía económica que, según críticos como Amnistía Internacional, podría implicar la reubicación o el desplazamiento permanente, reconstruyendo el territorio, pero sin su población legítima.

Este acuerdo, negociado principalmente por Washington y mediadores regionales (Qatar, Egipto, Turquía) y con la sombra constante de Netanyahu, se presenta más como una imposición diplomática destinada a aliviar la presión internacional sobre Israel y a darle un trofeo de paz a Trump, que como una solución negociada y justa. Es un alto el fuego condicionado que permite a Israel consolidar su victoria militar y política, mientras empuja a los palestinos a aceptar migajas de autodeterminación.

La esperanza generada por el cese de la violencia es legítima y humana, pero la cautela de los gazatíes es un barómetro de la desconfianza histórica: ¿qué garantías hay de que Israel no romperá el pacto una vez que se liberen todos los rehenes?

Para que un plan de paz sea genuino, no puede ser una simple declaración de victoria para una de las partes. Debe abordar las causas profundas del conflicto, asegurar la justicia, la autodeterminación y la soberanía real para el pueblo palestino, y no solo ofrecer ayuda humanitaria condicionada a la rendición política.

El Plan Trump-Netanyahu, en su esencia, es un "regalo envenenado": ofrece un respiro inmediato a cambio de sacrificar las aspiraciones históricas y los derechos fundamentales de Palestina. La verdadera paz, sostenible y duradera, exige más que un cese de hostilidades; requiere equidad y el pleno reconocimiento de los derechos palestinos.

Por: Julio Reyes

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *