Amor-Interés: Reflexiones en el 14 de febrero

Por: Julio Reyes

Cada 14 de febrero, el mundo se viste de romance. Las tiendas se llenan de corazones de papel, mil y una propagandas por doquier, se venden flores a raudales y los restaurantes ofrecen menús especiales para celebrar el Día de San Valentín. Sin embargo, más allá de los gestos tiernos y de las citas románticas, surge una pregunta fundamental: ¿realmente el amor puede existir sin el interés?

En nuestro afán por idealizar el amor, a menudo lo concebimos como una fuerza puramente desinteresada, una entrega total que no espera nada a cambio. Sin embargo, es vital reconocer que el amor, incluso en su forma más elevada, no puede escapar a la influencia del interés. Este no se refiere únicamente a cuestiones materiales o superficiales, sino a las necesidades emocionales y psicológicas que cada individuo trae a la relación.

El amor y el interés, aunque pueden parecer conceptos opuestos, coexisten en el intrincado tejido de las relaciones humanas. El interés, en este contexto, se manifiesta en el deseo de compartir la vida con otro, en la búsqueda de compañía y apoyo emocional. Cada uno de nosotros entra en una relación con expectativas y necesidades propias. La clave está en la naturaleza de esos intereses.

Un amor genuino no se basa en el interés egoísta o en la necesidad posesiva. Un amor auténtico florece cuando ambas partes se sienten valoradas y respetadas, cuando el interés por el bienestar del otro prevalece. Es en este equilibrio donde se encuentra la verdadera belleza de las relaciones: en el dar y recibir, en el apoyo mutuo y en el crecimiento juntos.

En un mundo donde las redes sociales han transformado la forma en que nos conectamos, es fácil caer en la trampa de relaciones superficiales, donde el interés puede colisionar con la autenticidad del amor. Las interacciones pueden volverse transaccionales, donde se prioriza el placer momentáneo por encima de la construcción de vínculos profundos. En este sentido, el 14 de febrero puede convertirse, para algunos, en una simple festividad comercial más que en una celebración del amor verdadero.

Así que, en este Día de San Valentín, reflexionemos sobre la naturaleza de nuestras relaciones. Preguntémonos: ¿cómo podemos cultivar un amor que trascienda el interés inmediato y se convierta en un compromiso a largo plazo? Quizás la respuesta se encuentre en una comunicación honesta, en la comprensión mutua y en la disposición de cuidar y nutrir lo que hemos construido juntos.

Amar no es solo sentir; amar es también actuar, es mostrar empatía y generosidad. Y aunque el interés pueda guiarnos al principio, es el amor, en su sentido más puro, el que nos sostiene en el camino. En este 14 de febrero, celebremos no solo el amor romántico, sino también el amor en todas sus formas: el amor por amigos, por la familia y, sobre todo, el amor por uno mismo. Porque al final del día, el amor verdadero es aquel que florece en un terreno fértil de intereses compartidos y valores comunes.

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